viernes, 27 de febrero de 2009


POR El PARAMO DEL ANGASMAYO

Enrique Herrera Enríquez.
Miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia.


Luego de atravesar el torrentoso e histórico río Guaytara aquende a la vía Panamericana, metros antes de la población de San Juan, se comienza un permanente ascenso que va rasguñando sus abismales estribaciones las cuales se acentúan cada vez más con el perpendicular trayecto. Desde la parte más alta de la precipitante carretera el espectáculo es majestuoso cuando se observa un río Guaytara que se pierde en la infinita sima de un cordel oscuro en medio de peñas, riscos y praderas que contrastan en colores y hondonadas que parece quisieran surgir hacia el infinito en busca de un horizonte que se rompe entre montañas de ignota distancia.

Ya sobre un pequeño plano colindante con la profundidad de los abismos y la altivez de las montañas está Puerres. Es la capital del Municipio de su mismo nombre y se ubica a 2887 metros sobre el nivel del mar. En mitad de su moderno parque principal se yergue una escultural figura ecuestre de Simón Bolívar que fuera ejecutada por ese maravilloso artista del Contadero Don Marceliano Vallejo Montenegro, sin lugar a duda "el escultor de los vientos".

En Puerres, nuestro cordial amigo e inquietante invitador de esta jornada, Sergio Eliécer Bastidas Solarte, acompañado de Fabio Martínez se hace presente ante la Secretaria Municipal de Agricultura y Desarrollo la ingeniera Maribel Villarreal, joven profesional, bonita, amable y de una gran simpatía, con el objeto de recibir el apoyo logístico para llegar hasta la bocatoma de la región del Angasmayo. Atenta a la solicitud nos presenta a Eduardo Leyton y Bayardo Anrrango hombres curtidos en el campo, grandes conocedores del sector, con quienes surge de inmediato una amplia amistad.

Provistos de los elementos indispensables para acometer nuestra aventura, emprendimos el trayecto en busca de una región que para nosotros era altamente interesante en razón a la importancia que dentro de la historia tiene el Angasmayo si se tiene en cuenta que el curso de este río se ha planteado como límite hacia el Chincha Suyo (norte) del gran imperio del Taguan Tin Suyo o de los Incas, dentro del gobierno expansionista del monarca peruano Huayna Capac.

El ascenso es una vez más una vía muy pronunciada camino a Monopamba, es amplia, bien conservada por cuanto conduce hasta una de las principales estaciones de bombeo del petróleo proveniente de los pozos del bajo Putumayo. La neblina propia de altas alturas de los Andes poco a poco se va adueñándose de la visibilidad de la carretera que en nada descansa de su vertical posición en busca de la cresta sinuosa de la montaña. A la distancia en sentido contrario a nuestra ruta, se observa a la población de Córdoba, mas allá se encuentran Ipiales y Tulcán respectivamente que desde este sitio bien parecen dos ciudades muy juntas, apegadas por los límites del conjunto de las altas torres de sus campanarios y los modernos y altivos edificios que son el emblema de su progreso y desarrollo.

De pronto en medio de una de las tantas curvas de la amplia carretera nos encontramos a un costado de la vía con un grueso tubo que hace parte del oleoducto andino presentándose cual si fuese una enorme rama de un gigantesco árbol que va colindante en gran parte con la carretera o se mete por senderos en busca de la abrupta y ondulante geografía de la región que como ya se viene manifestando se lanza entre riscos y montañas de precipitada caída hasta las propias márgenes del Guaytara para luego ascender por entre las estribaciones hasta encontrar cimeras alturas que lo conduzcan finalmente a las orillas del Pacifico.

El día es fresco, está nublado. De cuando en vez los rayos solares registran momentos donde la luz penetra en medio de pequeños arco iris que reflejan sus colores en la niebla que despliega dominante su blanca capa para cubrirse por entero o dejar pequeños sitios por donde observar el paisaje donde una que otra casa se presenta cuando el altímetro marca menos de los tres mil metros sobre el nivel del mar.

Por encima de los tres mil metros, la madre naturaleza acordona para si sus dominios no permitiendo el hábitat del hombre, salvo algunas excepciones. A tres mil quinientos metros sobre el nivel del mar y a casi media hora del ascenso desde Puerres, nuestros guías consideran que hemos llegado al punto culminante de la primera etapa de nuestra aventura y acordamos orillar el vehiculo automotor para prestarnos a caminar por entre un sendero que nos conduzca hasta el Páramo del Angasmayo. Cada uno de los integrantes de la caravana toma un paquete de provisiones, se pone sus botas antideslizantes, chaqueta o saco de lana para protegerse del penetrante frío y sin más preámbulos se procede a iniciar el camino no sin antes escuchar atentamente al pie de la carretera las instrucciones que se dan para tratar de alcanzar con nuestra mirada el sitio hasta donde se piensa llegar.

Eduardo, nuestro avezado conductor de la jornada nos indica con su mano una serie de colinas ondulantes que se pierden y distancian entre la espesa y por ratos tenue neblina del sector. -El camino es cenagoso, procuren pisar por el sendero de ramas y pequeños troncos que vamos a encontrar a nuestro paso- nos ha dicho, en tanto nuestra mirada se pierde por entre la espesa vegetación de un mundo natural que nos ánima a entrar en él para conocer de cerca sus entrañas. Hechas las recomendaciones del caso, Eduardo, machete en mano, se adentra por entre un camino donde la humedad parece permanente al pisar cada una de las ramas, de los troncos y pequeñas piedras que se esparcen por entre un sendero de descenso donde todo es humedad y silencio. Uno a uno de los cinco seguimos el camino, brincando aquí, brincando allá, tratando de no pisar en falso. La soledad es total hasta cuando ¡oh sorpresa!, encontramos en medio del camino un blanco caballo que amarrado a un pequeño arbusto pastea cabizbajo en ese mundo del silencio y la neblina. –Es una bestia de carga, saca el carbón o la madera que aún de manera irresponsable explota el campesino sin darse cuenta el grave daño que causa con tan desgraciada tarea- ha dicho uno de los integrantes de la comitiva.

Por precaución solicito a Eduardo, el de machete en mano, me haga el favor de cortar una rama y la adecue a manera de cayado o báculo para continuar con mayor seguridad el trayecto de tanta humedad que transitamos, situación que la ejecuta de inmediato haciéndome entrega de una gruesa y larga rama que me da absoluta seguridad para continuar la jornada. Luego del descanso, el descenso continua hasta llegar a un sitio que se conoce como la "laguna seca", es un pequeño plano no mayor a un cuarto de cuadra donde el agua parece estancada, es de color cristalino, limpio y reluciente tanto así que refleja con total armonía su circundante vegetación de páramo. Siguiendo con precaución por un lado de sus orillas, dejamos atrás el pequeño manantial y continuamos el sendero por un corto plano que nos conduce hasta una nueva bajada a manera de escalinatas compuestas por ramas y troncos de humedad permanente.

En medio del silencio, la neblina y el chaz chaz de nuestros pasos rompiendo el agua entre las ramas y los troncos del camino, se escucha allá, distante muy distante, el rumor que causa un pequeño riachuelo sobre el cual se han puesto ramas y troncos a manera de puente, es el paso previo para iniciar un ascenso hasta la cima de una de las colinas que se interpone en el trayecto. Sosteniendo en una mano una de las talegas con provisiones, me aferré a mi báculo e inicie el ascenso con seguridad en cada uno de los pasos que daba para alcanzar la distante cima. El corazón palpitaban con mayor frecuencia en tanto el sudor copiosamente resbala entre la frente quitándome la visibilidad adecuada, lo cual obligaba a descansar paulatinamente para secar el sudor de la cara. Cada descanso o pascana servía para poder contemplar y admirar la belleza del sector desde una notable altura. La flora propia del páramo se esparcía a nuestros píes bajo el manto de la niebla y ni un solo rayo de sol inquietaba, sin mayor viento, casi sin él, solos en la placidez de la fría montaña que bien parecía nos tenía plenamente a su merced, hace que meditemos ante su incógnita belleza.

Coronada la cima, el espectáculo fue mayor cuando un amplio campo del paramoso sector se presenta cultivado, lleno todo él de frailejones de todos los tamaños, colores y figuras, sin que se tenga el menor asomo de neblina lo cual daba pie para admirar el paradisíaco paisaje en todo su esplendor. Es un ondulante plano que se pierde en inclinaciones que se estrellan abajo a orillas del Angasmayo y en la confluencia con el Rosal, un mediano río de gran caudal. Eduardo y Bayardo, nuestros guías, indican con precisión la unión de estos dos ríos y el sitio de apertura de válvulas donde actualmente se regula el cause de las aguas para el acueducto de Puerres y demás sectores del municipio.

Terminado el descanso emprendemos nuevamente el camino sabiendo de antemano que es el último de los tramos para alcanzar nuestra meta. Una vez más atravesamos una de las tantas quebradas que desaguan el Páramo del Angasmayo para ascender finalmente la última de las colinas que nos separa del curso del río El Rosal, donde se ha tomado la determinación de almorzar por cuanto el reloj marca ya pasado el medio día, estamos cansados y se hace necesario recuperar fuerzas para la jornada de regreso.

El ascenso de esta última colina no es tan pronunciado como el de los anteriores, razón por la cual se alcanza con mayor rapidez para luego sentarnos a manteles bajo la batuta de Sergio Eliécer, quien ejerce como anfitrión, organizando las provisiones que se tiene para el respectivo almuerzo. Algo tenía que faltar, siendo esta vez los vasos para repartir la gaseosa, pero se sorteo la dificultad con el corte transversal de dos botellas de plástico. Luego vinieron las anécdotas del camino, los chistes y en general el beneplácito por haber alcanzado nuestro objetivo. Terminado el almuerzo y la tertulia se bajó hasta las orillas del río El Rosal donde se pudo contemplar la pureza de las aguas cristalinas de tan magnifico caudal que se espera aprovechar para irrigar las tierras veredales del Municipio de Puerres.

Continuara.....

Algunos Libros Escritos por el Autor
















Enrique Herrera Enriquez


Nace en San Juan de Pasto, periodista, investigador e historiador. Integrante de la Academia Nariñense de Historia en Calidad de Miembro de Numero. Autor de Varios Ensayos históricos como Reseña Historica de Cumbal; Nariño en la historia; Aspectos ancestrales de Males, hoy Córdoba; de Convento de Monjas a Palacio de Gobierno; las Tres Conquistas a Pasto; Integración geopolítica Allende al Carchi; Agualongo a través de los tiempos; Los Poblados del Valle de Atriz; Pasto capital de la República; Biografia de Luis Felipe de la Rosa; Yacuanquer y General Pedro León Torres. Incursiona en la literatura con Golpe Mortal y otros Cuentos; Crónicas de viaje; Biografia de Luis Felipe de la Rosa; Mitos, leyendas y tradiciones de Nariño.

jueves, 26 de febrero de 2009

Historia de Pasto

Este es un breve espacio en el cual se busca publicar los escritos mas impotantes del Historiador Pastuso, miembro de la Academia Nariñense de Historia Enrique Herrera Enriquez.